Cuando el mundo se vuelve demasiado
A veces, el mundo puede sentirse abrumador. Demasiado ruido, demasiada gente, demasiados cambios. Para muchas personas con autismo, estos momentos pueden desencadenar lo que comúnmente llamamos una “crisis”. No hablamos de un capricho, ni de una conducta “problemática”, sino de una respuesta profunda frente a un entorno que, por distintos motivos, deja de ser manejable.
Hablar de crisis con respeto y sin estigmas es una forma de cuidar. Este artículo nace con la intención de ayudarte a entender mejor qué son, cómo se presentan y qué podés hacer para acompañar a tu hijo, hija o estudiante de forma amorosa y efectiva.
¿Qué es una crisis en el autismo?
Una crisis es una respuesta intensa ante una situación que desborda la capacidad de autorregulación. Puede manifestarse con gritos, llanto, agresividad, escape o, a veces, con un silencio absoluto.
Una confusión habitual es pensar que una crisis es lo mismo que un berrinche. Pero hay una gran diferencia: mientras el berrinche tiene un objetivo (obtener algo o evitar una situación), la crisis no es voluntaria ni manipuladora. Es un desborde. No es una elección, es una expresión de malestar que necesita contención, no castigo.
Estas situaciones no solo afectan a quien las vive. También impactan en el entorno: familias, docentes, acompañantes. Por eso, cuanto más sepamos, mejor podremos acompañar.
Tipos de crisis más frecuentes
1. Crisis sensoriales
Muchas personas con autismo tienen una sensibilidad sensorial distinta. Ruidos fuertes, luces intensas, olores penetrantes o ciertas texturas pueden resultar insoportables.
Algunas señales comunes: cubrirse los oídos, cerrar los ojos con fuerza, gritar, agitarse, salir corriendo o rechazar el contacto físico.
¿Cómo acompañar?
Crear espacios tranquilos, anticipar situaciones que puedan resultar invasivas, permitir el uso de auriculares, gafas de sol o prendas que regulen el contacto sensorial. Y sobre todo, observar con atención y empatía.
2. Crisis emocionales
Frustración, enojo, tristeza, miedo. Las emociones son parte de la vida, pero cuando no se pueden expresar con palabras o canalizar de forma saludable, explotan de manera intensa.
Estas crisis pueden aparecer ante un cambio inesperado, una consigna difícil, una sensación de injusticia o la imposibilidad de comunicar una necesidad.
Se manifiestan con llanto, gritos, reacciones agresivas, autoagresiones o aislamiento repentino.
¿Cómo acompañar?
Nombrar la emoción (“Veo que estás muy enojado”), ofrecer contención sin juicios, brindar opciones simples y seguras. A veces, solo estar cerca y esperar en silencio ya es un gran gesto.
3. Crisis por sobrecarga
También llamadas “meltdowns”, son colapsos que ocurren después de acumular estímulos, tensiones o demandas durante un tiempo prolongado. Es como una olla a presión que se destapa de golpe.
A diferencia de las crisis emocionales, aquí suele haber una acumulación silenciosa. También existe el “shutdown”, una forma de crisis en la que la persona no explota, sino que se apaga: deja de hablar, se desconecta, se repliega.
¿Cómo acompañar?
Lo más importante es no forzar, permitir el descanso y el silencio. Muchas veces, el cuerpo necesita recuperarse. Es clave respetar los tiempos y evitar sumar más demandas.
4. Crisis conductuales o situacionales
Algunas crisis no tienen que ver con los sentidos ni con las emociones profundas, sino con el contexto. Por ejemplo: tener que esperar en una fila por mucho tiempo, no entender una consigna escolar, o que se cambie una rutina sin previo aviso.
En estos casos, la reacción puede parecer “desproporcionada”, pero en realidad es un reflejo de la rigidez del entorno.
¿Cómo acompañar?
Adaptar las rutinas, usar apoyos visuales, avisar con tiempo si va a haber un cambio, ofrecer alternativas cuando se sabe que algo será difícil de sostener. La flexibilidad no es un premio: es una necesidad.
Acompañar una crisis: claves para intervenir con respeto
- Evitá los castigos o los sermones. La persona no lo hace “a propósito”.
- No minimices lo que está pasando. Lo que para vos puede parecer menor, para la otra persona es un verdadero desborde.
- Protegé el entorno, sin sobreexponer. Si es necesario, retirarse a un lugar tranquilo.
- Ofrecé contención verbal o física solo si es aceptada.
- Tené siempre a mano herramientas de regulación: apoyos visuales, objetos de apego, auriculares, botellas de agua, etc.
- Y si las crisis son muy frecuentes o difíciles de manejar, no dudes en pedir ayuda profesional. Acompañar también es saber cuándo no podemos solos.
La prevención empieza con el conocimiento
Prevenir no es evitar que algo pase a toda costa. Es anticiparse y conocer a la persona, sus gustos, sus límites, sus señales.
Las rutinas claras, los pictogramas, los calendarios visuales, los espacios adaptados, todo suma para que el día a día sea más predecible y, por ende, más seguro.
La construcción de un entorno comprensivo y preparado es un trabajo en equipo: familia, terapeutas, docentes y también comunidad.
Las crisis no definen a nadie
Una persona no es su crisis. No es su momento de mayor desborde. No es ese día difícil en el súper o en la escuela. Con empatía, paciencia y recursos adecuados, las crisis pueden disminuir, y sobre todo, ser vividas de otra manera.
Recursos adicionales
Si te interesa seguir conociendo más sobre este tema, te sugerimos otras lecturas:
https://tea.som360.org/es/blog/meltdown-shutdown-burnout-autismo